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Capitulo 8


👁️‍🗨️lecturas: lecturas

 


—¡Satoru!¡No pienses en soltarme!— Los ojos aterrorizados de Haru miraban a Satoru entre los mechones de su cabello rubio que se habían colado frente a su rostro, y sus dedos se clavaban en el abrigo que llevaba el albino esa noche, manteniendo una postura encorvada ya que sus pies se deslizaban sin que pudiera evitarlo. Aferrándose como si él fuera la persona que más seguridad le transmitiera en ese momento con el hielo bajo los patines.

Satoru se hecho a reír ante su rostro de temor, a lo que Haru resoplo, no entendía como el hombre podía ser bueno en su mayoría de las cosas, parecía un dios y ella como una simple mortal le costaba todo un poco más. Golpeó su hombro con su mano hecha un puño, que no provoco nada por el grosor del abrigo más que el aumento de su risas y que ella se tambaleara perdiendo un poco la estabilidad, a lo que el afirmó su agarre sobre sus brazos

Él la miró con ternura en sus ojos cuando termino de reírse, la expresión de ella parecía la de un carrocho abandonado anhelando por que su dueño lo tomara en serio.

El lugar era tan hermoso al aire libre, ambientado de luces rosadas y lilas, rodeado de nieve acumulada ya que esos últimos días estuvo nevando.

Cuando Satoru le propuso ir a patinar en hielo, al principio la idea no le agradaba demasiado pero con él poder  de insistencia del albino y ver como sus ojos azules brillaban como un niño ilusionado pidiéndole a su madre que lo lleve a ver el juguete nuevo que salió de su colección favorita, es que no pudo resistirse y logró arrastrarla a ese lugar.

— Mírame a mi. — Demando con su tono firme pero suave, a lo que Haru se centro en él. — No pienso soltarte Haru, mientras yo esté vivo no dejare que nada te pase ¿Entendiste?

Haru asintió suspirando pesadamente, en un intento de deshacerse de los absurdos miedos que la retenían de disfrutar aquello.

Había un par de otras parejas en la pista junto a ellos y algunos niños.

Satoru comenzó a deslizarse despacio de espaldas sin soltarla en ningún momento, ofreciéndole una sonrisa reconfortante. Haru decidió centrar su atención en el de ojos azules. Él parecía disfrutarlo es lo que notó ella, por lo que se fue relajando bajo su firme agarre.

— ¿Te parece si te voy soltando de a poco? —Preguntó el albino, aflojando el agarre de Haru de sus brazos, esta asintió levemente. Deslizó sus dedos pálidos entre los de ella, aquella seguridad que buscaba momentos antes con ese gesto basto, un sonrojo invadiendo sus mejillas, sintiéndolas calientes, el cual intento ocultar de él mirando alrededor y comenzó a guiarla entre la gente.

Ellos estando en el centro del lugar, la sonrisa que tenia Satoru en su rostro era de genuina felicidad, la cual fue contagiosa para Haru, quien busco mover sus pies más rápido para que él no tuviera que ir tan lento por ella, cuando sintió que luego de un rato Satoru se alejaba un poco más de ella por el envión, aflojándose su agarre de su mano, sus dedos resbalándose de los de ella, la inseguridad volvió a golpearla.

— ¡No retrocedas ahora!¡ Vas bien Haru!— Exclamó deslizándose unos metros mas, esa risa tonta tan de él escapándose de sus labios.

Haru intento seguirlo pero sus pasos eran torpes como los de un niño, por lo que se detuvo, sintiendo como copos de nieves comenzaban a caer sobre su nariz.

Cuando el albino se volteo a verla derrochando alegría, frenando con toda la gracia posible, unos 7 metros los separaban del otro.

Sintió como la respiración parecía escaparse de sus pulmones, ante sus ojos, ella era luz en ese lugar, con los copos de nieve flotando alrededor de ella, con ese abrigo que doblaba su tamaño y la bufanda rosa viejo cubriendo su cuello, que caía descuidadamente a sus costados.

Su mente que siempre iba tan acelerada, pendiente de todo, parecía detenerse...como ver todo en cámara lenta, el tiempo iba más despacio. El mundo de Satoru parecía volverse más pequeño y ahora podía apreciar colores vibrantes que antes solo eran matices apagados, la belleza de su alma, esencia y su... luz

El hechicero más fuerte como lo denominaban todos, se dio cuenta de aquello que sentía pero que no podía ponerle nombre antes, que se encontraba ante algo especial. Era como si hubiera estado a oscuras toda su vida, y que ella fuera la luz que brillaba a través de todo ese tiempo, aguardando por él.

Haru comenzó a dar pasos torpes pero buscando mantenerse firme, y le sonrió contenta cuando pudo dominarlo a duras penas.

— ¡Satoru!

La sensación era una combinación de alegría, ansiedad amorosa y adrenalina que sentía al tenerla cerca, su corazón parecía querer escaparse de su pecho. Sin embargo, ella podía calmar su mente cuando el estrés o la preocupación lo azotaban, cuando la invadía en el sofá de su modesto departamento y ella acariciaba su cabello con total suavidad y cariño, con un brillo en esos ojos celestes y abría un ojo para verla, tan sumida en sus pensamientos pero ahí para él.

Viéndola ir hacia él sobre el hielo, se dio cuenta que solo quería que el nombre que ella llamara fuera siempre el suyo, qué sus ojos con tantas emociones, añoranza y brillo, fueran solo para él, qué se le permitiera siempre poder escuchar sus risas por más raras que resultaran a veces llenar sus oídos. No quería que ella dejara de demostrarle afecto a través de los postres con los que lo sorprendía porque sabia que eso le encantaba, como a pesar que no fuera de su total gusto ahora, él se tenia que ir a misiones que le podían tomar un par de días, y el se excusaba en que tenia periodos evaluativos importantes con sus alumnos pero ella lo llamaba al final del día preguntando por como le había ido, poniéndole una anestesia a esa angustia por estar lejos o las noches de películas donde ella se cubría con una manta y se apoyaba contra él, aprovechando de rodearla en sus brazos, sabia que no duraría mucho despierta y que media somnolienta le pediría que se quedara con ella, porque dormir sola en ese departamento se sentía tan grande, aunque no lo fuera, no podía descansar tranquila.

Ella parecía estar cómoda con todo lo que él era, con su versión intensa, empalagosa, coqueta y también con su versión cansada, agotada, sobre estimulada, demostrando su preocupación por él. Con ella podía ser solo Satoru.

Se deslizó por el hielo acortando la distancia entre ellos. Haru era digna de ver, incluso teniendo su nariz colorada por el frío. Ella lo observó confundida ante su expresión pensativa y llevó una mano a su mejilla, este se acurrucó contra su palma. En su cabeza capaz el hombre frente a ella comenzó a sentir algún síntoma por el frío, estaba habiendo muchos casos de gripe.

—Estoy cansado...

—¿Sientes algún malestar? —Preguntó en su voz percibiendo la preocupación. Satoru negó suavemente, observándola, con el anhelo de poder guardar cada detalle de ese momento, como si de una grabación se tratase.

Eso era amor, y ahora tenía la certeza de aquello. Un amor que lo hacía sentir más vivo y más seguro de si mismo, donde podía ser vulnerable, no quería nada más que tenerla junto a él.

El quería ser todo lo que ella necesitara. Cada vez que la veía, sentía el querer protegerla y cuidarla. Era como si tuviera una luz dentro de ella que necesitaba de el, para que fuera el guardián de esa luz.

Haru pensó que tal vez ya habían tenido suficiente y en verdad estaba cansado o tal vez el hecho que ella no podía seguirle el ritmo lo cansó. En su rostro sus cejas de juntaron, afligida.

—Lo mejor sería que volvamos entonces..— Dijo tomándolo de la muñeca con la intención de que se fueran. Satoru tiró de su agarre suavemente, atrayéndola hacia él, abrazándola contra su pecho. Haru choco contra este, luego de unos minutos intento buscar los ojos del albino pero el cabello caía sobre estos tapando parte de su rostro.

—Satoru...Perdón si arruine la salida con mi torpeza.

— No...no digas esas cosas.

Haru se separo de él, acariciando su brazo.

—¿Entonces?

Un pensamiento intrusivo se clavó como una espina, estar cerca de él podría ponerla en riesgo, haciéndolo temblar.

— Solo estoy cansado de cargar con todo esto en mi pecho y no poder sacarlo.

La mirada que el albino le otorgaba en ese momento, con un brillo peculiar, parecía de esas miradas solo se leen en los libros y que tanto anhelaba que alguien pudiera verla de esa manera y ahí estaba ese hombre que se había metido debajo de su alma viéndola así. Haru podía asegurar que si no estuviera siendo sostenida por sus brazos, sus piernas le hubieran fallado en ese momento.

— Satoru...sea lo que sea, podemos con ello. Todo tiene solución menos la muerte.

Tal vez era egoísta en ese aspecto, pero no soportaría no tenerla con el.

El albino llevó una de sus manos hasta la mejilla de ella, acariciándola con el dorso de sus dedos y luego de unos minutos de silencio, sus pálidas mejillas se sonrojaron ordenando las palabras en su cabeza.

— Te amo, Haru. Lo hago desde el día que apareciste hace meses refugiándome bajo tu paraguas y sin preverlo te metiste debajo de mi piel. Los días que tengo que estar lejos tuyo no se sienten igual. Quiero estar contigo, sea el tiempo que sea. Quiero estar contigo siempre, no importa, a dónde vayamos, siempre y cuando te tenga a mi lado, eso es todo lo que necesito. Nunca pensé que fuera capaz de sentir tanto amor, como el que siento por ti.—Confesó, sintiendo como el peso que cargaba en su pecho se aliviaba. Los ojos celestes brillaron ante esas palabras que no se esperaba escuchar.—He deseado tanto decírtelo, decirte que eres la única cosa que me importa dentro de este mundo, que he sido tan paciente. Te amo más de lo que piensas, y en serio, no puedo imaginar como podría vivir sin ti.

Satoru esperaba una reacción pero al verla perdida mirándolo, su corazón se estrujo un poco, esos ojos celestes parecían poder leerle todo el alma en ese instante.

Lo tomó por sorpresa cuando ella tiró del cuello de su campera para atraerlo, estampando sus labios contra los de él.

Satoru soltó un suspiro ahogado cuando sintió el primer contacto, ese beso se sentía como probar el agua después de una larga sequia, como si todos esos meses hubiera estado sufriendo de una insaciable sed y Haru lo saciará con el agua más fresca.

Sus labios encajaban tan bien que parecía, que los labios que pudieron haber probado antes eran insulsos ahora.

Cuando se separaron apenas unos centímetros, una sonrisa tonta se instaló en sus rostros, rozando sus narices, con sus pupilas dilatas. Satoru buscaba sus ojos con tanto amor en ellos.

Haru, sentía como su corazón latía con fuerza en su pecho, y se mordió su labio inferior con una sonrisa en su rostro. Satoru tomó entre sus manos su rostro para conectar sus miradas.

—¿De verdad dices todo eso? —Preguntó temblorosamente, después de algunas malas experiencias, no era que no tuviera algo de inseguridad.

Con lo dramático que solía ser Satoru, miró al cielo como diciendo "¿Esta mujer habla enserió?"

— ¿La verdad? Me gustas, me gustas muchísimo. Haru, estoy dispuesto a ofrecerte todo el amor que tengo, quisiera cuidarte, ser tu compañero, si me permites, quisiera ser tu pareja.

Haru parecía que iba a explotar de la alegría que sentía dentro de ella que podría vomitar, Satoru despertaba esas cosas en ella, sus mejillas ya le dolían.

—¿Sabes lo que espere por escuchar esto de ti? — Cuestionó dándole una mirada juguetona, haciendo reír tontamente al hechicero —Te amo, Satoru. Por supuesto que si, pero...

—¿Pero? — Cuestionó inclinando a un lado su cabeza.

— Me tomaste desprevenida, por lo que debes compensarme. —Dijo golpeando su pecho suavemente con una sonrisa —Más vale que cuando despertemos mañana, tengas de esas gomitas que tanto me gustan.

— Me parece justo. Lo que pidas, te daré, siempre y cuando me sigas dando más de esos besos. — Respondió guiñándole un ojo, acercándose demasiado a su rostro, mirándola a los ojos.

Haru se puso roja en ese momento agachando su cabeza. Enlazó sus dedos con los de él, incitándolo a andar mientras el albino se reía entre dientes por efecto que tenía en ella.


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