👁️🗨️lecturas: lecturas
Al Sur de Japón, en la Prefectura de Okayama. Una mujer y un hombre, ambos hechiceros de primer grado habían sido mandados a esa zona por los reportes de casos de desapariciones que estaban ocurriendo en el lugar.
Fueron guiados por un niño hasta el lugar donde los residentes aseguraban con temor de donde provenía el mal.
El templo estaba hundido en el bosque apartado del centro.
—Eso es todo, vuelve a casa niño.
El pequeño de 10 años asintió y se marchó corriendo de regreso.
Ambos se introdujeron a escondidas dentro del templo ante la gran presencia de energía maldita, habían asumido que se debía a una maldición especial pero cuando ya estaban en la boca del lobo, descubrieron que era una secta, una secta de la que hace mucho tiempo no se escuchaba.
Los seguidores de la secta percibieron la presencia de estos por su energía maldita, terminando rodeados.
La desesperación recorrió sus cuerpos, sintiendo sus piernas hormiguear. Pidiendo a gritos internamente huir de ahí.
A pesar de lo que sentían dentro, sus cuerpos se mostraban estoicos en posición de lucha.
Las sonrisas perversas en sus rostros daba escalofríos, habían mujeres y hombres todos vestidos con kimonos blancos.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la hechicera cuando vio entre los servidores al niño que los llevó hasta ahí.
Todo había sido una trampa.
Dieron pelea eso era un hecho, se aferraron con sus uñas y alma a la vida, porque aunque no fuera un inciso en lo que implicaba ser hechicero, sus vidas eran un precio que pagaban por servir a la sociedad del Jujutsu. La sangre vestía sus rostros, heridas importantes en sus cuerpos. El hechicero empujo a correr como pudo el cuerpo de su compañera que no resistiría mucho más.
Empujó una gran puerta, ingresando al que parecía un gran salón, tomando un respiro aunque supiera que no durarían mucho, sus vidas ya estaban condenadas, al menos quisiera poder salvar a su compañera de la muerte.
El lugar era escalofriante, solo iluminado por unos cuantos velones con un altar en el centro del lugar, fue ahí que se dio cuenta de los lemas grabados en sus paredes.
死の女神への崇拝は、竜の死の昇天を黙想するために私たちが犯した罪である。
(Veneración a la poderosa muerte que nos traerá de regreso para contemplar la elevación del despertar del dragón)
Sus ojos se veían desorbitados al leer aquello, podría desquiciarse en ese momento. Unos quejidos detrás de él lo hicieron volver en si mismo, ella ya no podía mucho más, con una herida de tal magnitud en su estómago si no recibía ayuda no viviría. La ayudó a que se recargará contra él para así comenzar a caminar a paso lento, mientras ella intentaba frenar la hemorragia.
Debía hacer el intento de sacarla de ahí.
Cuando estaba cruzando la mitad del salón, unos aplausos resonaron en todo el espacio. Sintió como su sangre se helaba en su cuerpo ante la gran presencia de energía maldita, era peor de como lo enseñaban en el colegio.
—Tsc, tsc, tsc—Se escucho el chasquido de una lengua.— Detente ahí.
Era una voz masculina gruesa, que inspiraba terror y cuidado.
— Siempre sentí curiosidad al ver como arriesgan sus vidas y mueren como hormigas creyendo que persiguen un ideal honorable.
El hechicero vio por el rabillo de su ojo al hombre sentado en el altar se veía como un samurái con rasgos asiáticos. Se aferro a su katana que sostenía en su mano libre intentando concentrar lo que le quedaba de energía maldita, y con su otra mano a su compañera.
Tenía que decidir. No iban a poder salir los dos de ahí.
—Vas a tener que seguir sola.—Susurro en el oído de ella, lo más bajo posible casi imperceptible. Ella lo miró asustada, no quería dejarlo ahí pero entendió todo con sus ojos. El iba a sacrificarse.
Ella no podía oponerse en esa situación.
—¡Pelea, mal nacido! —Gritó errático corriendo hacia el altar, deteniéndose para enfrentarlo.
El hechicero maléfico, tenía una cicatriz que cruzaba la mitad de su rostro, como el de unas garras, habiendo perdido la visibilidad del ojo izquierdo.
Este mismo con su armadura lo veía como algo insignificante al de la katana. Como un hombre vería una simple cucaracha a punto de aplastarla.
—¿Oh? Que agradable. —Expreso su voz que parecía provenir de lo mas profundo de su garganta, sintiéndose el sarcasmo en cada palabra con una sonrisa ladina adornando su rostro.—Otro hechicero que viene a entretenerme un poco. Entonces, hechicero, arrodíllate.
Su compañera empezó a correr a duras penas lejos de él
Estaba condenado eso ya lo tenía muy claro.
—¡Un carajo!¡Enfréntame, Hijo de puta!
—Bueno...Bueno—La paciencia se le agotaba.—Y yo dije, arrodíllate
Con un movimiento de su mano, la cabeza de su compañera exploto en ese instante, y su cuerpo se desplomo en un golpe seco contra el suelo. El agarre sobre su katana tembló, sus ojos perdidos en la escena, su rostro manchado con la sangre de ella, no tardo un grito desgarrador en escaparse de sus labios, cayendo sobre sus rodillas, las lagrimas se escurrían de sus ojos pero no podía reaccionar, estaba shockeado.
— Si...por eso no debes desobedecerme—El hechicero maléfico bajo las escaleras del altar, acercándose al pobre hombre perdido en su dolor. Lo agarro del cuello con fuerza, obligándolo a hacer contacto visual antes de seguir hablando. Su ojo sano parecía tener un brillo rojo pero no estaba seguro, todo pasaba demasiado rápido.—Necesitare que hagas algo por mi, hechicero de mierda.
Yaga había citado a Gojo para ponerlo al tanto de lo que estaba ocurriendo. El albino se encontraba con su particular venda sobre sus ojos, sentado del lado contrario del escritorio de su antiguo Sensei. Con sus piernas cruzadas apoyando su mentón sobre la palma de su mano, mirando por la ventana, pensativo.
Algo no le cerraba totalmente al hechicero más fuerte.
—¿Cómo es que todo esto paso?
Yaga suspiró, extendiéndole una carpeta que tomo con una mano. La cual empezó a ojear.
—El hechicero alcanzó a llegar a la central de Kioto, cuando lo encontraron otros compañeros lo describieron como desquiciado, solo repetía una frase constantemente. Cuando un grupo fue a Okayama, encontraron el cuerpo en el bosque, reconoció el cuerpo de su compañera... Tenía 20 años.
Las fotografías que habían tomado eran estremecedoras. El hechicero de 23 años era irreconocible su aspecto de la foto a un lado del antes, como si hubiera visto al diablo y sobrevivir a ello fuera demasiado.
Satoru Gojo reconoció a la joven de la foto que yacía a un lado de la foto de su cuerpo inerte. Su estómago se revolvió de la impotencia, había sido una de sus alumnas. Aborrecía cuando le ocurrían cosas a los hechiceros jóvenes sin haber podido hacer algo para evitar su final, deberían haberlo mandado a él.
Su mano se cerró en un puño, conteniendo lo que sentía.
—¿Qué era eso que repetía? —Cuestionó Gojo.
— La muerte sigue viva y vendrá por lo prometido. —Respondió Yaga.
¿Qué carajos significaba eso?
—¿Recuerdas cuando les enseñe el Incidente de Fujinomiya?
—El Clan Urami erradico al Clan Doremi, si.
— Los altos mandos tienen la sospecha que por muerte podría referirse al Lord Shi, la cabeza de ese clan.
— Pero habían declarado su muerte, además pasaron 17 años...
—El cuerpo nunca apareció, Gojo.—Aquella declaración tomó por sorpresa al hechicero— Sólo fue una mentira para tranquilizar a la Sociedad del Jujutsu, cuando llegaron al lugar todo ardía.
Yaga se frotó la frente con sus dedos, ante el estrés.
—Ellos iban por algo ese día, creemos que lo que sea que fuera ello, no lo consiguieron en ese entonces pero iban a intentarlo de nuevo, requerimos saber que es lo que buscan. Por ello, necesito que te encargues de esto, Gojo.
El albino asintió lentamente todavía analizando lo sucedido y una mueca se dibujo en su rostro.
Esto le llevaría tiempo, pensó
Se levanto con la carpeta en mano, retirándose posterior a despedirse con una leve inclinación de su cabeza.
あなたが現れてから人生には意味がある
Haru corrió hacia Tadashi cuando lo vio por el cristal del local, con su bolso en mano.
Mañana era 7 de diciembre y había planeado recibir el cumpleaños de Satoru esa noche, sin que él supiera y necesitaba ir a por su regalo.
—¡Tadashi! —Grito con una sonrisa, este la saludo con un animoso abrazo.
—¿Todo bien Haruchan?
La de cabellos rubios asintió sonriente.
—Necesito que me hagas un favor. —Dijo enlazo ambas manos sobre su pecho en modo de suplica. —¿Puedes cubrirme una hora? Es que necesito conseguir una cosa con urgencia.
Movió sus manos en suplica e intento darle la mirada más lastimera para llegar a su corazón, repitiendo "porfis porfis". El muchacho se río llevando su mano a su frente, ¿Cuándo se había negado a algo que ella le pidiera? Su corazón cálido por poder ser útil para ella y asintió, sonriéndole.
Ella saltó con una sonrisa y lo abrazo de la alegría. Las mejillas del de cabellos negros se tiñeron cuando ella rodeo su cuello con sus brazos, dudo un poco en envolver sus brazos alrededor de ella, pero lo termino haciendo.
—Gracias, gracias. Realmente te debo una. —Dijo alejándose de él y quitándose ese delantal que era tan de ella y se lo extendió a él.
—¿Qué tal me queda?—Preguntó dando una vuelta con el delantal puesto a lo que ella levanto sus dedos pulgares y soltó un "espectacular"—¿Me contarás que tramas?
Haru soltó una risita tonta.
—¿Tal vez después? Es que se me hace tarde. Te quiero, de nuevo gracias—Repitió alejándose. Tadashi suspiró viéndola irse.
Se había dado cuenta que estaba enamorado de ella el año pasado, pero hablar de sus propias emociones era algo que le costaba muchísimo, por lo que nunca llegó a confesar sus sentimientos hacia ella, intento demostrárselos estando ahí para cuando lo necesitara.
Eso le llevo más de lo que pensaba, el encontrar el regalo perfecto se estaba complicando, ella quería que fuera algo especial. Recorrió tantos locales que estaba frustrada, ¿Por qué no podía ser como esas chicas que solucionaban todo tan fácil?
Su ánimo con el correr del tiempo fue disminuyendo, eso se notaba en su rostro y su postura desganada.
Suspiró antes de entrar en un local que parecía ser un lugar antiguo de accesorios con una influencia esotérica, sabia que era poco probable consiguiera algo ahí, pero ya estaba cansada, tal vez debería disculparse y admitir aunque le doliera que fracaso como novia en su primer cumpleaños junto a ella.
—¿Puedo ayudarla con algo, Señorita? —Una vieja voz interrumpió sus pensamientos. Haru la miró por un momento a la anciana, ordenando sus pensamientos.
—¿Oh? Si, ¡Si! Ando buscando algo especial para hacer un regalo a mi novio.
Haru procedió a darle una breve explicación de cómo era Satoru para encontrar lo indicado.
La mujer asintió con una dulce sonrisa y se perdió detrás de una puerta. Aprovecho de mirar un poco el lugar, tenía a la venta adornos tradicionales de Japón pero parecían ser ediciones más elaboradas y con un posible valor elevado de lo que se veía en otros lados.
— ¿Algo así le interesaría? —Llamo su atención a sus espaldas, volviendo por detrás del mostrador. Apoyó un estuche azul de Terciopelo como en los que viene una joya. Cuando la mujer lo abrió un jadeo silencioso se escapó de sus labios.
Eran dos brazaletes preciosos, estructurados con piedras de luna celeste con el efecto brillante como el ojo de gato y un dije metálico de una estrella pequeña le daba el toque. Era perfecto.
— La piedra lunar celeste es muy inusual de ver y más en joyería. Me parece que según lo que me dice del joven...sería un bello regalo. Además el mineral tiene virtudes y propiedades.
El labio de Haru tembló, sus ojos picaron por las ganas de llorar y se maldijo internamente, cuando escucho el precio...15.000 yenes.
—Yo...yo no puedo pagarlo.
El rostro de la anciana decayó un poco.
— ¿Si le descuento 4000 yenes, podría llevarlo? No tengo muchas ventas estos días, señorita y necesito venderlo.
Seguía siendo un gran gasto que la desestabilizaría por un tiempo pero ambas estaban intentando poner de su parte para concretar esa compra.
Cerró los ojos y asintió rendida, buscando su billetera en su bolso.
Solo rogaba que el regalo pudiera demostrarle cuanto lo amaba y todo lo que él significaba para ella.
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